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martes, 19 de marzo de 2013

540 palabras, 1 significado.






Hay cosas que nunca cambian, el olor de las mañanas de sábado, por ejemplo, ese que sabes que no tienes que preocuparte por vestirte corriendo para no llegar tarde.  Los ojos de tu padre, que aunque no lo quieras reconocer son casi iguales a los tuyos y reflejan los mismos recuerdos de hace unos años y añoran casi lo mismo… la tranquilidad, y el quereros sin molestarse el uno al otro. Las manos de tu madre, ásperas y cansadas pero que aun así no están hartas de acariciar tu pelo. Los dientes de tu hermano y su carilla. Que por muy grande que esté, no deja de tener gracia su cara de niño pequeño. La risa de tu hermana, que a veces incluso es pegadiza. Que de solo escucharla ya te pone de buen humor; y echarla de menos tampoco cambia, recordar lo mucho que hablabais y lo mucho que confiabais la una en la otra tampoco cambia. Lo recuerdos, me refiero. Con ella no cambian. Tu amor por la buena música, la buena compañía y el buen tiempo, no cambia.
A pesar de los daños, no cambian tus recuerdos. Por mucho que hayas visto que algunas palabras suenan un poco más frías que hace dos meses, o que a veces algunos abrazos son más cortos, por mucho que lo pienses, aquí nadie cambia. Es como paralizado. El tiempo se detiene si tú procuras que lo haga.
Pero hay veces que las cosas… avanzan. Y no puedes detenerlas. Y es cierto que añoras mucho cualquier mirada que te diga que les tienes para todo.  O algún abrazo. Es cierto que a veces no puedes llorar porque de lo triste que estas no te sale porque quizás no te lo crees aun. Hay gente que te decepciona, otra que a pesar del tiempo que llevabais sin hablaros nada cambia y parece que si no habéis hablado hace unos seis meses y volvéis a hablar es como si nunca lo hubieras hecho. Nunca habéis dejado de hablaros. Otra gente que está ahí solo por proporcionarles algo bueno a ellos mismos, Interés también se puede decir. Luego están los que a pesar de haberte echado mierda a la cara y haber hecho que cada momento últimamente sea una pesadilla, les echas de menos. Porque hace no mucho tiempo eran algo demasiado importante para ti. Y no sé porque digo eran… porque aunque lo quieras a veces, no te son indiferentes. Porque aunque digas que les odias y que no volverás a hablarles en tu vida, no puedes evitar preocuparte cuando algo les va mal, o cuando les notas algo extraño y como les conoces sabes que algo no está posicionado en su sitio. Y luego están los olvidados, los que fueron algo y ya no son absolutamente nada. Esos que dijiste que lo eran todo y ahora son nada. Los que te decían de todo y acababas creyéndotelo, esos, sí. Me refiero a los que mintieron. Los que te dejaron mentira tras mentira en la cabeza haciéndote creer que era verdad. Esos. Los que no valen nada. Los que ahora para ti son lecciones. Y no dejas de darles las gracias por haberte enseñado que las mentiras… no llegan a ningún lugar bueno.

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