La noche está oscura… el viento puede desvelar tu pelo
tras haber sentido la calma en el roce de mis manos. Las estrellas deslumbran y
se chocan con tus pómulos, marcados de una tranquilidad inmensa; dejando ver la
transparente textura de tu delicada piel, frágil ante cualquier mentira.
Reluce. Ésta calmada noche tu piel brilla joven y feliz como siempre. Relaja
verte… y tu felicidad es como las estrellas, tan infinita… curvas tu vista
hasta clavarte en la mía y me permites sumergirme contigo en la penumbra. En un
mundo donde las estrellas están un poco más cerca y la luna está completamente
entera para mis manos tan insignificantes a su proximidad, tan pequeñas. Y que dulce
es cuando la calma está tan al acecho de nuestros cuerpos, que nos permite
dejarnos llevar como si algo nos dijera qué hacer estando nosotros más que de
acuerdo. Nos acercamos como imanes y nuestros cuerpos se pegan con fuerza;
necesitando tus poros como quien necesita beber cuando está muerto de sed.
Incrustándome delicadamente en tu regazo, tan pegada que ni con el grosor de un
folio llegas a la otra esquina de nuestros cuerpos, con el vello erizado, con
la respiración profunda y ruidosa. El ardor de la yema de tus dedos reluce como
una llama de fuego, y mi mano la agarra adorando quemarse en ella.
La vida merece la pena por estos pequeños instantes de máxima felicidad, que si queremos podemos volverlos una eternidad. Me gusta mucho como escribes y las imágenes, ahora me pongo a escuchar la música.
ResponderEliminarBesos