Archivo del blog

lunes, 21 de enero de 2013

el tiempo... olvídate. Hoy solo somos tú y yo.


Todo son números, todo son cálculos. Todo son reglas... todo tiene una fecha de caducidad y una fecha de madurez. Algo empieza un diecisiete de septiembre, a las nueve y cinco de la noche con veinte grados de temperatura. Dura cincuenta días sin parar, algunos días con menos horas, otros con mas. Quedaban a las cinco y media de la tarde en la misma esquina de la ciudad, en el centro de todo, siempre con dos parejas de ancianos en el banco de enfrente, leyendo libros diferentes, uno con unas quinientas páginas y otro con algunas menos. Se daban un beso que duraba aproximadamente siete segundos; cuando empezaba el frío se apuraban más y solía ser de cinco segundos. 
Con dieciocho años debes tomar decisiones, debes comportarte como un adulto, debes hacerte responsable. Con diecisiete te auto convences de que dentro de treinta y cuatro días, cinco horas y diez segundos tendrás que decidir. Si ser adulto o quedarte en los diecisiete. Con quince, ¿qué? eres adolescente, pero no adolescente en letras pequeñas, eres ADOLESCENTE. Ya está. Aquí se te juzga de estar en la edad de no pensar en lo que se hace, de ser un inmaduro. La fase en la que te cambia la voz a lo bruto, te crecen las tetas y ves que tu sujetador favorito se ha encogido... tu hora para estar en casa son las diez en punto, si llegas cinco minutos tarde se te castiga con no salir de casa durante siete días. El cabreo con tu madre dura tres días cuatro horas y cincuenta y nueve segundos. Sinceramente eso es lo que se ve desde fuera. Maduras cuando pasan los números suficientes. Cuando te das cuenta de que has derramado las lagrimas suficientes. Aquí es donde te das cuenta de cuanto tiempo has perdido pensando que eras feliz. Te das cuenta de que la media hora que discutes con tu padre a diario no merece la pena porque le da lo mismo. Tienes quince años. Se hace lo que se te dice. Y si tienes razón... da igual. Tienes quince años.
Números, pequeñas reglas que para ti no tienen mucho sentido. 
¿Y donde han quedado las sonrisas sin contarlas? ¿Donde ha quedado el olvidarse del tiempo?
No necesito un reloj si mi día a día es permanecer feliz cerca de gente que lo merece.
¿Donde queda dejarse el reloj 'sin querer' en casa? ¿Donde queda que se te pase el tiempo sin que te des cuenta? ¿Donde queda dejarse de contar los segundos que has estado pensando en él? ¿Y donde queda... permanecer juntos? sin números, sin fechas de caducidad, sin fechas límite... 




No hay comentarios:

Publicar un comentario